Y simplemente te vas

Y simplemente te vas.

Todavía me queda el resabio de tu partida en mi mente y mi boca que no pudo darte un último beso para despedirse, más que el de las afiladas palabras que nunca senti<mos>.

Todavía no caigo en cómo se nos fueron las cosas de las manos si un día juramos nunca soltarnos, solo sé que me siento confundida.

Me quedaron tantas cosas por decirte que hoy no me salen más que en lágrimas. Tantas canciones por dedicarte y otras que no volveré a escuchar.

Quisiera decir que no aborrezco el dolor de tu perfume que me regalo tantas lunas y abrazos que sellaban un infinito.

No puedo desprenderme de la manía de reencontrarnos en un dulce beso después del trabajo, de abrir la puerta con una sensación de felicidad para saber que ahí estás.

Y odio, odio cada martes después de las siete de la tarde cuando pasan nuestros programa favorito, ese que no nos perdíamos por nada y le daban más anclas al comienzo de semana.

Dudo que algún día deje de exaltarme el corazón cuando creo verte a lo lejos en el metro, maldita ese sensación en cuanto caigo que no estás y que te busco aunque quiera convencerme de evitarte, y me come la contradicción de no volver a verte.

Pero el amor es una matemática que queremos llevar por el camino de la inexactitud, haciendo de sus dificultades variables que de igual modo se van simplificando en el camino, que mientras intentas descifrar el problema no te das cuenta que se va desgastando, hasta que un día, sin importar lo que intentes no queda más porque por muchos ciclos que le des siempre hay un punto final.